En Bariloche, la elección del Defensor/a del Pueblo, figura vigente desde 2009, revive un debate urgente: ¿qué papel debe cumplir esta institución en una democracia donde el descontento ciudadano crece ante el abandono histórico en vivienda, servicios, transporte, salud y ambiente? Su valor radica precisamente en su capacidad para incomodar. Incomoda a quienes ejercen el poder, porque expone sus omisiones; incomoda a los candidatos que asumen el rol sin verdadera independencia de los intereses políticos o económicos; pero, sobre todo, debe incomodar a un sistema que reduce la participación ciudadana a meros trámites formales.