En una tarde cargada de simbolismo y tensión política, Cristina Fernández de Kirchner volvió a plantarse públicamente frente al Poder Judicial y al gobierno de Javier Milei. En la sede del Partido Justicialista, la expresidenta encabezó un acto en conmemoración del Día de la Resistencia Peronista, y aprovechó la ocasión para enviar un mensaje directo a la Corte Suprema de Justicia, que en los próximos días deberá definir si confirma o no su condena en la causa Vialidad.
“¿Quieren meterme presa? Háganlo. Pero no esperen que la gente viva mejor por eso. Van a seguir cada día peor”, lanzó Fernández de Kirchner, en un tono que osciló entre el desafío y la resignación. La frase resonó fuerte entre los militantes y dirigentes que colmaron la sede partidaria, en un clima de creciente movilización interna.
La exmandataria se refirió a su posible encarcelamiento como parte de una estrategia de disciplinamiento político: “Lo que buscan no es justicia, es escarmentar. Me quieren presa por lo que represento, no por lo que hice”. En ese punto, reiteró que la causa que la llevó a ser condenada en diciembre de 2022 es “un invento jurídico montado para proscribir”.
En diciembre de ese año, el Tribunal Oral Federal N°2 la condenó a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por administración fraudulenta. La causa, que investiga supuestas irregularidades en la adjudicación de obra pública en Santa Cruz, llegó ahora a la Corte, luego de ser apelada.
Mientras el máximo tribunal evalúa si confirma o revoca la sentencia, CFK vuelve al centro de la escena política. Y lo hace con un tono que remite al de otras etapas críticas de su carrera, como durante el intento de magnicidio en 2022 o la detención de dirigentes kirchneristas durante el gobierno de Mauricio Macri.
“Yo soy una fusilada que está viva”, dijo este domingo, evocando la masacre de José León Suárez en 1956. La frase, cargada de connotaciones históricas, buscó reforzar la idea de que su figura trasciende las circunstancias judiciales. Para Cristina, lo que está en juego no es su libertad personal, sino el proyecto político que encarna.
En redes sociales, el acto generó un inmediato revuelo. Las cuentas oficiales del Frente de Todos y del PJ nacional publicaron fragmentos del discurso bajo el hashtag #CristinaNoEstáSola, que rápidamente se volvió tendencia. Dirigentes como Axel Kicillof, Vanesa Siley y Juan Grabois salieron a respaldarla.
“El poder judicial se ha convertido en el principal operador de la antipolítica”, sostuvo Fernández en otro tramo. Para ella, el fallo que se avecina no puede ser entendido fuera del clima político actual, signado por el ajuste económico, la caída del salario real y el enfrentamiento abierto entre el gobierno nacional y las provincias.
En ese marco, apuntó sin nombrarlo a Javier Milei, de quien dijo que “viene a destruir todo lo que costó décadas construir”. Advirtió que el rumbo económico es “inviable” y que, si el peronismo no se reorganiza, “nos van a dejar sin país”.
El acto también tuvo un llamado a la militancia: “Es hora de volver a la calle, de organizarse, de no tener miedo. No alcanza con indignarse en redes sociales”. Fue un mensaje claro a la base del movimiento peronista, que vive momentos de desorientación y fragmentación.
El escenario judicial se convierte así en un detonante de una nueva etapa en la interna opositora. Si la Corte Suprema confirma la condena, el kirchnerismo anticipa que saldrá a resistir. No se descartan movilizaciones masivas ni la convocatoria a un frente político más amplio.
En paralelo, sectores de la CGT y de los movimientos sociales comienzan a hablar de “estado de alerta y movilización”. La idea de que Cristina puede ser proscripta o incluso detenida revive los fantasmas del lawfare y alienta una narrativa de persecución política.
Fuentes del entorno de CFK aseguran que, a pesar de todo, ella no planea exiliarse ni pedir prisión domiciliaria. “Va a dar la pelea hasta el final, desde donde sea”, dijeron a este medio.
El panorama político argentino, ya convulsionado por la recesión económica y las peleas internas del oficialismo, suma así un nuevo punto de tensión. La Corte tiene en sus manos una decisión que no solo afecta a una exmandataria, sino que puede alterar el tablero electoral y social de los próximos años.
Aunque no lo dijo con esas palabras, Cristina volvió a sugerir que su proscripción es parte de un movimiento mayor: disciplinar al peronismo, desalentar liderazgos y abrir paso a un modelo de país sin derechos ni justicia social.
La pelota, ahora, está en manos de los jueces. Pero en la calle, el clima ya cambió. El peronismo se reagrupa, y Cristina, más allá del fallo, parece decidida a no correrse del centro de la escena.