Identificar claramente en qué gastamos nuestro dinero es fundamental a la hora de buscar un equilibrio en nuestras finanzas personales. Contrario a lo que se cree, no hace falta tener grandes conocimientos técnicos para idear y ejecutar un plan de acción basado en nuestro presupuesto.
Por Gabriel Páez (*)
Un cliente acude puntualmente a la cita ya confirmada con anticipación en mi oficina. El objeto de la misma es hacerle conocer el amplio abanico de posibilidades que el Mercado de Capitales ofrece a quién desea incursionar en el ecosistema de las inversiones.
Las preguntas clave son cuánto conoce del funcionamiento de los mercados, cuál es su horizonte de inversión, su aversión al riesgo, entre otras, que me sirven para definir su Perfil de Inversor (concepto que ya desarrollaremos a su tiempo).
Todas las preguntas son respondidas con seguridad. Cuando llega el turno de consultar específicamente por el capital disponible para invertir y su necesidad de liquidez, empiezan a surgir las dudas.
Ocurre que es necesario saber cuánto dinero de su presupuesto es prescindible y durante cuánto tiempo. Todos los caminos nos llevan a hablar exclusivamente del presupuesto.
El presupuesto es vital para nuestras finanzas. Nos permite identificar cuáles son nuestros ingresos fijos y variables, cuáles son nuestros gastos fijos y variables y, a partir de allí, cómo gestionar nuestro capital.
Ahora bien. La confección de un presupuesto no tiene por qué ser necesariamente compleja. Todo lo contrario. Lo que sí debe ser, es detallista, concreto y nosotros debemos ser maduros y conscientes a la hora de realizarlo.
En este párrafo quiero explayarme en la parte práctica y teórica de un presupuesto básico que todos podemos confeccionar, con lo que tenemos en casa (así, bien coloquial como una receta de cocina). En una planilla de Excel o, si somos de la vieja escuela, en una simple hoja de papel, vamos a seleccionar o dibujar las siguientes columnas: una, con el nombre de Ingresos Fijos. Estos son los que recibimos por nuestro trabajo, llámese sueldo si somos empleados en relación de dependencia o la facturación promedio si somos monotributistas o autónomos. Otra columna con el rótulo de Ingresos Variables. Estos son aquellos pagos que podemos recibir por alguna tarea eventual o por la venta de algún bien o bien, por la renta de alguna inversión.
Luego, seleccionaremos o dibujaremos dos columnas más: la de Gastos Fijos, estos son los pagos obligados que mes a mes debemos hacer (alquiler, servicios, cuotas, escuela, etc.) y la de Gastos Variables, es decir, esos gastos que no tenemos todos los meses (compra de indumentaria, repuestos del auto, salidas con amigos/pareja, etc.)
Paso seguido, debemos encolumnar los totales. Sumaremos los montos de los Ingresos Fijos más los Variables y lo propio haremos con los Gastos Fijos y Variables. Una vez que tenemos los dos totales, pasaremos a restar los Ingresos Totales menos los Gastos Totales. Y así, llegaremos a la hora de la verdad.
Si el resultado de la resta nos arroja un saldo positivo, ¡buenísimo! Ya podemos dar el siguiente paso que es gestionar ese capital para invertir, generar nuestro Fondo de Emergencia y mucho más. Si el resultado es negativo, tendremos que revisar con atención la columna de Gastos Variables y ver en qué podemos ajustar. El objetivo no es privarnos de los “gustitos”, pero sí dárnoslos con la tranquilidad de que no generamos deudas. Por último, si el saldo es cero, o sea, empatamos en Ingresos Totales y Gastos Totales, también deberemos ajustar los Gastos Variables.
En conclusión, elaborar nuestro presupuesto, ya sea personal o de nuestro emprendimiento, nos permite conocer nuestro estado financiero. Este es el primer paso para iniciar el camino a la salud financiera.
(*) Asesor Financiero certificado por la CNV. Mandatario Nacional del Automotor. Diplomado en Derecho Previsional. Diplomado en Mercado de Capitales. Diplomado en Políticas Públicas y Periodista.
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