Hoy las universidades públicas festejamos los 75 años de gratuidad universitaria. En el contexto actual, más que un festejo, es defensa y ratificación del espíritu de lo que este logro auspició. Este paso cambió, cambia y cambiará paulatinamente a lo largo del tiempo, la estructura social y su caracterización. Una Argentina que pone en valor la formación y el conocimiento, no sólo desde el mérito, no sólo desde el discurso, sino desde la consideración de que un país es su pueblo, por lo que este valor fundamental debe ser un derecho, y así, el acceso a la universidad debe ser garantizado. Año tras año se ven nuevas generaciones de primeros egresados de universidades.
Esto, durante 75 años cambia radicalmente la esencia de un pueblo, con cada vez más profesionales formados con calidad, para ser entes transformadores de realidades. Formados en instituciones donde no sólo se aprenden conceptos de una ciencia, o disciplinas diversas, se aprenden también hábitos comunitarios, ser entre otres, intermediar en la sociedad, discutir ideas, pensar críticamente, establecer pautas de pertenencia, construir en la heterogeneidad estableciendo fines comunes. Seguramente, el conocimiento, el saber, la oratoria, y estas prácticas que hacen que una persona se trasforme al pasar por una universidad pública y tenga la capacidad de transformar su entorno, no sean bien vistas, y sean un tremendo impedimento en tiempos de autoritarismos, donde el poder económico parece arrasar con la idea básica de ente político, que naturalmente nos constituye y nos permite defender la integridad humana.
El 22 de noviembre de 1949, el presidente Juan Domingo Perón suspendía el cobro de los aranceles universitarios y, con esta medida, la educación superior pasaba de ser un privilegio a ser un derecho. Al igual que la Reforma Universitaria de 1918, esta medida sentó un gran precedente en términos de igualdad en América Latina, pues reconoció el derecho universal a la educación superior gratuita, permitiendo el acceso de los sectores de bajos recursos y provenientes de familias obreras, a los estudios de grado.
Esta política, que amplió la base social del estudiantado, permitió que la matrícula de las universidades públicas aumentara exponencialmente en los años siguientes, tal como muestran los datos del Ministerio de Educación de la Nación. La Argentina pasaría de una matrícula de 47.400 estudiantes, a contar al año siguiente con 80.445 estudiantes en las aulas universitarias; población que en la actualidad supera los 2,5 millones de estudiantes en las universidades nacionales.
El individualismo se mueve a través la desconfianza, esa que ve en el brillo de los logros y capacidades de otro, otra u otre argentino/a/e un peligro a su propia identidad y por ello necesita cuidar sus privilegios como si de ello dependiera su existencia. La idea de la universidad es otra, es la de un proyecto colectivo, es la idea de que nadie se salva solo, sola, sole, no hay estudiantes de primera y estudiantes de segunda en una universidad pública, hay una mentalidad de trabajo en equipo, de proyectos entre personas, de proyección humana. A pesar de sonar paradójico la gratuidad no es gratis, como dije, es un proyecto colectivo, hay familias argentinas sosteniendo la formación de sus hijas, hijos e hijes, hay docentes y no docentes trabajando incansablemente en que la formación, y bienestar del alumnado sea posible pese a atravesar el peor momento del salario universitario y un desfinanciamiento que atenta contra el funcionamiento cotidiano de las universidades. Estudiar no es gratis: les estudiantes y/o sus familias tienen además, gastos de vivienda, alimentos, bibliografía, fotocopias y trasporte diario. Para la verdadera democratización de la educación todavía hay que continuar trabajando, desde el federalismo, hasta llegar a cada política de equidad. Todavía falta mucho, pero los derechos adquiridos serán defendidos siempre por les que sabemos su valor. Las universidades y los derechos asociados serán defendidos permanentemente por el compromiso de les que trabajamos en ellas y también por la sociedad en su conjunto, ya que la universidad es de los, las y les argentinos/as/es. Esta sociedad lo manifestó este año en las calles tanto en abril como en octubre, con su grito en defensa de la universidad argentina:pública, gratuita y de calidad en las calles.
A 75 años de la sanción del Decreto Presidencial (N°29.337/49) seguimos reivindicando tanto la gratuidad de la universidad y la función democratizadora de la educación superior, que deben ser tanto un instrumento de igualación cultural, política y social, como la responsabilidad del Estado en el financiamiento del sistema universitario que incluye el conjunto de las políticas democratizadoras del acceso.
Mg. Carolina Biscayart - Vicedecana CRUB UNCo