El Vivero Municipal enfrenta una ola de vandalismo y hurtos que está devastando sus instalaciones y afectando gravemente la producción. A pesar de contar con cámaras de seguridad 360º, los ataques se repiten, causando daños irrecuperables. El personal, angustiado y desbordado, se ve obligado a enfocarse en salvar lo poco que queda.
La situación en el Vivero Municipal es crítica. Aunque el predio cuenta con un domo de cámaras 360º para la vigilancia, la frecuencia y gravedad de los actos vandálicos desafían cualquier medida de seguridad. Los destrozos y robos son una constante que ha colocado al vivero en un punto límite. Los hechos se repiten prácticamente a diario, poniendo en jaque el trabajo de quienes intentan preservar el espacio para la comunidad.
Uno de los escenarios más tristes es el de los invernaderos. Allí, los nylon que cubren y protegen las plantas son tajeados sin piedad. Este acto de vandalismo carece de otro propósito más allá de hacer daño por el simple hecho de hacer sufrir al vivero y a su personal. Las heridas en los invernaderos son también heridas en el corazón de un lugar que trabaja día a día por embellecer y dar vida a la ciudad.
El sector edilicio, por su parte, no se ha salvado de esta devastadora ola de ataques. Con frecuencia, se roban las aberturas, las herramientas de trabajo y hasta la bomba de agua, pieza vital para el riego de más de 6,000 plantas que componen el predio. Esta última pérdida complica severamente las tareas de mantenimiento y amenaza la supervivencia de toda la vegetación, desde árboles y plantas florales hasta frutales y césped.
“Es imposible producir en estas condiciones”, lamenta Marina Hansen, una de las encargadas del vivero. Con un tono visiblemente afectado, Hansen explica que la producción se encuentra prácticamente detenida por los daños y los robos. Cada fin de semana, el equipo teme encontrarse con nuevos destrozos que hacen inviable cualquier intento de generar vida y belleza en este espacio.
El equipo del vivero, compuesto por cuatro personas, se encuentra al borde del agotamiento. Dos de ellas dedican sus jornadas a tareas de riego y cuidado de las plantas, mientras que las otras dos se ven obligadas a concentrarse en salvar lo que aún queda en pie. “Estamos trabajando salvar lo poco que queda”, expresa con pesar Hansen, quien lleva años dedicada a este espacio público.
El vivero ha llevado estos actos de vandalismo a la justicia. Con el apoyo de las grabaciones de las cámaras de seguridad, las denuncias han sido presentadas en la Comisaría 28, con la esperanza de que algún día se logre frenar esta devastadora situación.
Cada nuevo ataque es una herida profunda en el espíritu de un lugar que debería ser sinónimo de vida y crecimiento. El Vivero Municipal, un espacio de todos, pide ayuda para sobrevivir.